La antigua Agáldar, sede de varios de los órganos del poder social y político de la Isla, fue la población más destacada del territorio insular antes de la conquista castellana. Reconocidos sus dirigentes como Reyes de Canarias por los monarcas castellanos, Agáldar gozó de un reconocimiento tácito como capital prehispánica, como cuna y corte de la dinastía gobernante en la isla.
La creación de la parroquia de Santiago de Gáldar, a finales del siglo XV, convierte al municipio en uno de los principales focos de los orígenes del cristianismo en Canarias, consolidando la continuidad de la Villa como cabecera político - administrativa del tercio noroccidental de Gran Canaria, de la cual se segregarían con el tiempo las unidades territoriales de Guía, Agaete y Artenara. Gáldar, que conservó muchos de los vestigios de su noble pasado hasta finales del s. XVIII, vivió a finales de esta centuria una época de esplendor económico y social que daría paso, al fin, a un periodo de remodelación urbana de casi un siglo, a la que se debe buena aparte de la actual fisonomía de la Ciudad.
Del prestigio de la Villa de Gáldar en el siglo XIX nos hablan la elección de la misma como Sede Provisional de la Audiencia en 1812, la erección en cabeza del partido judicial en 1837, la emotiva instauración de la Comisión Provincial de Gobierno en 1843, la Fundación Real del Teatro en 1847, la creación de la Ayudantía de Marina en 1859 o la obtención del título de Ciudad en 1894. El siglo XX, tras unas primeras décadas de gran actividad mercantil y el trauma de la guerra Civil, destacó en sus últimos años por una intensa recuperación económica y demográfica, configurando al fin un centro histórico rico y extraordinariamente variado donde coexisten parques arqueológicos, edificios públicos y privados de los más variados estilos desde el s. XVII hasta nuestros días. |